Aquel día me di cuenta sobre la realidad en la que estaba envuelta, era un niño con gustos de niña que mentía cada vez que podía. Siempre me gustaron las muñecas y los vestidos de tendencia, pero debía guardar las apariencias para no causar ninguna controversia. Escondida en mi mundo y mi secreto, fui creciendo sin ningún contratiempo. Sin embargo, al estar frente al espejo, no me gustaban los cambios en mi cuerpo. Quería gritarle al mundo en su momento sobre todo lo que me estaba sucediendo, pero el miedo a ser juzgada y castigada me impedía expresar mis sentimientos. Atrapada en mi cuerpo masculino, soñaba con volverlo femenino, envolverlo en faldas y vestidos, y maquillar mi rostro con estilo. Usar zapatos de tacón, acompañados con un traje de cinturón y complementar mi outfit de sensación, con unos aretes de color.

Pero debía seguir mintiendo, pues expresarme sería obsceno, para una sociedad que te incrimina sin razón y te trata con agresión. Incapaz de aguantar más este sufrimiento, divulgué a todos mi secreto. Mis padres lloraron y me juzgaron, y mis amigos de una se alejaron.

El machismo y los prejuicios sociales se impusieron ante los sentimientos, en un país donde es mejor ser ladrón y asesino, que un transexual con estilo. Abandoné entonces mi país, mi hogar, mi cuerpo masculino y mis recuerdos, en busca de un lugar sin discriminación, tolerancia y mucho más respeto, un lugar en donde me visto y luzco como quiero, un lugar en donde no necesito mentir más para vivir mi vida con anhelo, un lugar en donde simplemente soy un transexual valorado, respetado y aceptado, sin más mentiras... ¡ni sufrimiento!
FIN