Ya iban siendo las 8 de la mañana y la niña se tenía que levantar, para salir de su casa a trabajar con el hombre que negoció con su papá. A la pequeña le daban una bebida antes de salir del lugar, que la hacia profundamente dormir y en ocasiones la ponía muy mal.
El hombre se montaba en los buses con la niña en sus brazos para mendigar, siempre tomaba la ruta que iba hacia el norte de la ciudad, pues el farsante sabía que, hacia ese lado, ganaría muchísimo más. También buscaba en cualquier esquina un poco de misericordia despertar; con un repertorio de mentiras convencía a las personas que ignoraban la triste realidad, que vivía la preciosa e inocente niña víctima de la pordiosería del supuesto papá.
Cualquier lugar era válido con tal de lograr completar, el monto del alquiler, que por la niña, el sujeto tenía que pagar; de ahí para delante, la ganancia que lograba con el negocio de la mendicidad. El hombre trabajaba hasta que los efectos de la droga empezaban a bajar, pues la niña se ponía nerviosa y casi nunca paraba de llorar. Si la pequeña despertaba antes de lo previsto, el hombre la maltrataba sin piedad o le administraba más droga para así, ¡poderla controlar! Este embaucador se aprovechaba de las familias, frecuentemente en vulnerabilidad, que llegaban desplazadas o migrantes con gran necesidad.
Una mendicidad disfrazada que lucra a los que actúan con maldad y se aprovechan de los más indefensos, que caen en el negocio de alquilar, a sus pequeños hijos para obtener unos cuantos centavos de más. Miserable realidad la que viven miles de niños a nivel mundial, sometidos y utilizados por embaucadores o hasta por sus mismos papás, que han visto en la mendicidad infantil, el negocio perfecto para poderse lucrar.
FIN
De interés
De acuerdo con un informe del Banco Mundial la existencia de la mendicidad infantil se registra en diferentes partes del mundo: América Latina, el Caribe, Asia del Sur y Asia Central, Europa, el Oriente Medio y África occidental. Esta práctica ha sido muy difícil de controlar debido a que en muchos casos son los propios padres quienes obligan a sus hijos a mendigar o a los más pequeños los alquilan al mejor postor. Igualmente, Según UNICEF los menores son secuestrados o alquilados por explotadores que poseen el lucrativo negocio de la mendicidad infantil. Las condiciones de trabajo para los pequeños son inseguras pues en la mayoría de los casos son drogados, mutilados, maltratados y abusados tanto física como verbalmente. El Banco Mundial revela que la práctica de la mendicidad forzada se presenta más comúnmente en los países en donde los gobiernos no tienen políticas de protección infantil, en donde las leyes carecen de regulaciones para combatir este flagelo o en donde las sanciones que se imponen son irrisorias, todos estos factores dejan a los pequeños totalmente desprotegidos y a la merced de estos monstruosos traficantes de la inocente infancia.